martes, 26 de agosto de 2014

Cartas sin destino.

Aquí me encuentro un día más,
sentada junto a la ventana
mientras escucho llover,
hoy lo único que me acompaña es
el sonido de las gotas sobre los cristales
y el crujir lejano de la veleta del tejado por el viento.
Arropada por mi sudadera
y manteniendo el calor con un café caliente
observo la calle,
está vacía
y se mantiene serena durante el resto de la noche.
En el fondo de la habitación resuena un disco que lleva semanas metido en el reproductor,
son demasiados recuerdos y sentimientos los que me provocan adicción a tal.
Retiro la vista de la ventana
para contemplar el cuaderno que hay frente a mí,
está en la página 30,
no me hace faltar contar las hojas para asegurarme de ello
y dicha página está aún en blanco,
aprieto con más fuerzas el boli que sostengo en la mano desde hace un buen rato,
miro el cuaderno con indecisión
y comienzo a escribir de nuevo otro día más.

"Día 30:
Tu recuerdo me sigue persiguiendo como si se tratase de mi misma sombra,
he intentado olvidarte,
lo prometo,
pero es que no sé si no puedo porque aún me siento tuya
o no quiero porque sé que si lo hiciera estaría renunciando a una parte de mí,
la parte que transformarse en mí y que no quiero que vuelva a se como antes.
Ya va un mes,
que se dice pronto,
pero la verdad, aquel día en el que todo se rompió
creí estar mal para el resto de mi vida
y juré no querer saber nada más de ti,
obviamente aún no me he recuperado
y sé que me queda para estar bien totalmente y cicatrizar,
pero sé que dentro de un tiempo lo estaré gracias a las personas que me están apoyando a día de hoy.
Y, bueno, cuéntame
¿qué es de ti?
¿y de tu manía de poner el despertador a las 10:10?
La verdad,

quiero saber de ti
pero supongo que seguirás ocupado con tu trabajo,
y con tu vida que ahora no es compartida.
No quiero alargarme demasiado,
espero que sigas como siempre,
tan único
tan... tú,
espero poder volver a hablar contigo pronto,
un beso."

Cierro la libreta
y aprovecho para echar un vistazo a la calle
y para asegurarme de que aún llueve.
Abro la libreta de nuevo
y comienzo a contar página tras página
para asegurarme de que todas siguen en su lugar,
sí,
30 páginas,
30 cartas,
las primeras emborronadas por las lágrimas
y otras por el dolor,
pero al fin y al cabo es eso,


'tinta gastada
en cartas sin destino.'

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